viernes, 17 de agosto de 2012

Un post triste, como el día...

Conté en alguna oportunidad que mi familia es bastante chica. Pocos tíos, pocos primos, ya sin abuelos, en fin, chica.
Con mis primos tuve una relación bastante estrecha mientras mi abuela María vivió: ella era la encargada de juntarnos a todos, o a la mayoría en su casa: mi hermano y yo (mi hermana más little aún no había llegado al mundo por esos años) y los 3 más grandes de una de las  hermanas de mi mamá (que tiene 6 hijos en total, sí, 6 hijos tuvo mi tía, una corajuda!).
Cuando mi abuela falleció se perdió un poco eso de juntarnos tan seguido y pasamos a vernos solo en las fiestas de Año Nuevo.
Siempre hubo, de los seis, algunos con los que tuve más relación que otros, por cuestiones normales, de edad, o de afinidad, o de verlos más seguido.
Uno de ellos es S. S, varón, 25 años, es uno de los primos con los que más me trato. De verlo en su trabajo, de verlo seguido en la casa de mi tío, siempre con una sonrisa, siempre correcto. S tiene una novia desde hace más de seis años: N (y pensándolo bien seguro que hace más de seis años porque con ella fue a mi casamiento, y yo hace 6 años que estoy casada así que sí: más de seis).
N es de esas novias que se ganaron enseguida a toda la familia: mi tía la adoptó como una hija más, es madrina de alguno de los hijos de mis primos, siempre está en cuanta reunión familiar hay, muy simpática y charlatana. Y aunque no la suelo ver seguido siempre me pareció una persona agradable, una buena y linda persona.
Pues bien, a N, de 24 años, hace 3 meses le detectaron cáncer. Y, al margen de lo obvio, de que la noticia cayó como un balde de agua fría, siempre le puso garra y  siguió adelante con su tratamiento y nunca la escuchabas quejarse.
Hace unas semanas a N le confirmaron que el cáncer hizo metástasis, y que no hay mucho para hacer. Y hace la misma cantidad de semanas mi primo le propuso casamiento.
Hoy se casaron por civil. Demás está decir que fue una ceremonia extraña. Llegué tarde, cuando ya estaban saliendo del Registro. Y por más que intenté ponerle la mejor cara a la situación no pude evitar pensar en lo amargo de la escena: mi tía esquivando el lagrimón, el resto de mis primos llorando, la madre de N también, todos bah. Raro, triste mezcla de emoción y sabor a despedida. Ojalá, pensaba,  los médicos se hayan equivocado y siga con el tratamiento, y la cosa cambie... Ojalá haya sido un mal diagnóstico,  pero bajando a la realidad, y habiendo tenido a mi abuela con la misma enfermedad , dios… no se lo deseo a nadie…
Me fui de la ceremonia pensando en el inmenso, inmenso acto de amor  del que me había tocado ser parte. La veía a ella ocupada en cuidar su maquillaje, mirando que la peluca no se le corriera, que mantuviera su peinado; él atento a cada movimiento suyo, sonriente, siempre sonriente…
Para mí, que me preocupo por cosas triviales, que rezongo por demás, que me adelanto a los días y ando a las corridas de acá para allá, fue un golpe de realidad la situación:  que hay que ver que hay cosas más importantes por las que estar mal, y sobre todo que hay que valorar lo que tenemos en el momento que lo tenemos. Es cliché, ya lo sé, pero cuánto de cierto tiene esa frase.
La pucha, que vale la pena estar vivo…

martes, 14 de agosto de 2012

Cosas que pasan

Pasaron muchas semanas desde mi último post. Pasaron muchas cosas también. Si me sacara una foto ahora y sin saber esto que estoy contando se darían cuenta que fue así. Al menos eso dicen; dicen que cuando uno hace un cambio drástico con su pelo está queriendo cambiar cosas, o intentando resolver de alguna manera otras cuestiones. Pues bien: ahora tengo el pelo corto, casi tan corto como mi hermano digamos, y no quiero entrar a analizar demasiado, pero sé que están pasando cosas.
En el medio de toda esta desaparición por decirlo de alguna manera, hubo cosas lindas, muy, muy lindas, como la catarata de buena energía que se generó con toda la movida organizada por Ann y Lila para apadrinar la escuelita rural. Y pese a que no pude participar en los encuentros por razones de logística, sí pude aportar mi granito de arena para ayudar a otro a sentirse un poco mimado. Ojalá que así haya sido.
Pasaron visitas a médicos varios; pasó una endoscopia, ahora pasan dietas y también  pasa una hernia (que yo solo creí que le agarraba a las personas grandes; error, ahora se que le pasa a cualquiera, o quizás sea que yo estoy grande también).
Pasó un día del niño en el que me negué a verle la parte comercial del asunto: no hubo juguetes de Disney Channel ni de Cartoon Network; hubo un gran gran desayuno y libros, cultura para todos. Bajo la mirada en principio reprobadora de mi hijo más grande, y los retos de amigas que me trataron de desalmada por no satisfacer las demandas consumistas de mis pequeños transcurrió un día del niño que fue eso: un día, con una dosis extra de mimos, pero sin la locura de rebalsar de regalos a los integrantes de la familia.
No se si está bien o no. Quizás, yo que siempre estoy buscando despegar del mandato familiar, en el fondo, lo sigo repitiendo. Yo no recuerdo regalos fastuosos en el día del niño. Mejor dicho: creo que no recuerdo nada de ese festejo. Y si no recuerdo debe ser porque de seguro nunca me regalaron aquello que quería. Sí lo recuerdo para Navidad y Reyes, pero Días del Niño no.
Igual, a modo de consuelo, de gran consuelo digamos, mi hijo mayor me dijo que los mejores regalos fueron la taza del hombre araña y las golosinas que venían con el desayuno. Y el mejor regalo para mí fue verles la cara de alegría cuando vinieron a dejarlo el domingo a la mañana:  ver la cara de sorpresa y felicidad en un chico es impagable; creo que es lo más auténtico que uno puede ver.
Pasaron muchas semanas, y pasaron rápido. Pasa la vida, ni más, ni menos.
Ah, ahora miro mi historial y caigo en la cuenta que en 3 días mi blog cumple un año. Voy pensando qué le voy a regalar.

viernes, 29 de junio de 2012

Vuelta

Hace semanas que vengo pensando en escribir por acá. Semanas que digo: hoy me tomo un rato y escribo.
Y me pongo a hacer otras cosas, y la rutina, y el trabajo, y se termina el día. Y cuando me acuerdo, a modo de justificativo, me repito: no tengo tiempo.
Y así ando por la vida, repitiendo ese mantra: no tengo tiempo.
No veo a mis amigas más seguido porque no tengo tiempo.
No voy a lo de mi vieja a tomar un mate porque no tengo tiempo
No juego más rato con mis hijos porque no tengo tiempo.
No leo un libro porque no tengo tiempo.
Y así, todo el tiempo. Toda la culpa se purga porque no tengo tiempo.
Ayer me acosté con la noticia de que Badía nos había dejado. Y no sé si es que vengo de días en los que me siento superada o qué, pero la noticia me pegó. Lloré largo y tendido. Yo crecí mirando Badía y Cía., y es medio como sentir que una parte de la infancia (porque yo tenía 9 o diez años en esa época) se va con él.  Siempre me pareció un tipo lleno de energía, lleno de proyectos, que aún en plena enfermedad, mientras la luchaba, intentaba sacarle el lado positivo a todo. Miraba fragmentos de entrevistas, y justo pasaron una última que le hicieron el día de los Martín Fierro, donde contaba que estaba feliz de estar trabajando, y que tenía muchas ideas para próximos programas y demás. La pucha… Alguien que sabe que la vida le está jugando una mala pasada se toma el tiempo de estar generando cosas nuevas, con tanta energía, aún sabiendo que muy posiblemente no las pueda llevar a cabo. Me sentí egoísta la verdad, y pienso que de seguro, en algún momento me voy a arrepentir de escudarme en eso de no tener más tiempo. Algo, alguien, me va a pasar factura de eso. Y debería empezar a dejar de preocuparme, y ocuparme mejor.
No es una vuelta del todo feliz al mundo de la escritura blogger, pero es un volver, y recomenzar… me doy la bienvenida, otra vez


 A modo de homenaje: dos grandes. Como escribí por ahí: ahora el flaco, la negra Sosa, Pappo y Otero tienen locutor para el show. Allá arriba se está armando Badía y Cía.

lunes, 21 de mayo de 2012

Adulto?

De chica consideraba que las personas con más de 30 años ya eran grandes, muy grandes digamos. De hecho, es así en cierto punto: etariamente a esa edad uno entra dentro del grupo de la adultez.
Yo estoy a horas de darle la bienvenida a mis 33 (y sí, me podés decir feliz cumpleaños), y la verdad te digo, no sé si me siento adulta.
Conservo un costado al que, por ejemplo, le encantaría poder salir de boliche con sus amigas y bailotear un poco; una vez aunque sea. Por cuestiones técnicas (léase: tres niños, dos de ellos pequeños) y de sentido común (léase otra vez: al único boliche que hay en la ciudad asisten cuasi infantes de 15 años) la última vez que salí a bailar fue hace seis años, para mi despedida de soltera.
Caigo en la cuenta de mi edad cuando por ejemplo, en una charla con mi hermana (13 años  menor que yo) le digo –escuchá que buen tema!-, y ella me larga un letal –no lo conozco, de qué época es?. Época me dice, la muy perra, y ahí me siento como Walter, el de la propaganda de Teléfonica.
Una vez que uno cumple 30, todo lo que viene después, viene muy rápido creo.
El último cumpleaños que festejé fue el de mis 29. Y ahí informé que no esperen más festejos de mi parte: no festejo más años dije. Al año siguiente me salteé la crisis de los 30 porque la llegada de mi hijo cuatro días antes del aniversario de mi natalicio lo hizo pasar inadvertido.
Los 31 y los 32 me fueron indiferentes, y pasaron y ahora llega otro más.
33 años es mucho tiempo.
Comparo fotos de años atrás con algunas de ahora, y ahí lo noto. Algunas arrugas, kilos, no demás, pero sí prolijamente distribuidos en otros lugares más notorios, la ley de gravedad que empieza a hacerse notar, y algunas canas, malditas y horribles canas, que insisto en arrancarme.
Es posible que la crisis de los 30 se haya atrasado y me agarre ahora?  Tres años más tarde?
Entonces, pensándolo bien mejor no, no me saludes te digo. Hagamos de cuenta que acá mañana no pasa nada…
(Este es Walter, por si no lo tenías...)

jueves, 17 de mayo de 2012

Tres


Mañana cumple tres años. No fue el que me inauguró como mamá; mejor dicho y corrigiendo, sí fue el que me inauguró como mamá de dos hijos. Toda una experiencia después de haber sido mamá de hijo único durante 5 años.
Desde antes de que asomara al mundo se hizo notar. Me tuvo en vilo durante los últimos 3 meses de embarazo, y me obligó a permanecer hasta su llegada en un reposo cuasi absoluto. Yo, persona inquieta si las hay, estuve 90 días de mi vida, yendo de la cama al living, como dice el gran Charly.
El día de su nacimiento, horas antes, logró que, otra vez, alguien que busca pasar desapercibida por la vida como yo, termine aullando a los gritos en una vereda en pleno Barrio Norte, porque ahí decidió que era momento de nacer y empezaron las contracciones. Ahí, en pleno Juncal y Larrea, mientras se empezaba a acumular gente tratando de ayudar a levantarme yo me sentí morir (de dolor y de vergüenza!).
El me vino a confirmar que el sentimiento de total incertidumbre que tuve con mi primer hijo la primer noche después que nació se repite. Lo miraba dormir plácidamente adentro de su cunita transparente y de repente sentí que no sabía si iba a poder cumplir con la tarea, que la presión de que alguien dependa tanto tanto de mí, me sobrepasaba.
Pasaron tres años ya, y hoy lo veo, y me reconozco tanto en algunos de sus rasgos que me asombra. Su carácter indomable, “sus pocas pulgas”, la facilidad para pasar del buen humor al enojo, todo, todo eso se repite en ambos.
No sé si será la cercanía de las fechas en las que ambos nacimos (el nació el 18, yo el 22), o si simplemente es que somos madre e hijo, pero que nos parecemos es indudable.
El es el autor de frases incomparables.
Beni me querés?”- sí, te quiero. Cuánto? Catorce te contesta.
Beni, no te entiendo nada lo que decís! Hablá más claro, en qué idioma hablás? Le dije una vez.
- En ponja me dijo. Y logró que esté varios minutos riendo sin parar. Nunca sabremos de dónde sacó semejante afirmación, pero la dijo.
Mañana cumple tres años, 36 meses de una vida que espero que siga siendo lo suficientemente linda, que le siga deparando sorpresas, que le siga permitiendo divertirte, y porqué no también llorar como hace a veces, abrazado a su frazada, durante mucho, muchísimo tiempo.
Por mi parte son 36 meses de un trabajo tan arduo como hermosamente satisfactorio, con horas de insomnio, cansancio, pero también con la alegría de ver que todo eso, está plasmado en nada más ni nada menos que una personita.
Vos.

♥Felices tres♥

lunes, 23 de abril de 2012

Yo vivo en una ciudad ♫

Debería comenzar el post con esa canción de Miguel Cantilo  que dice “yo adoro a mi ciudad, aunque la gente no me corresponda, cuando condena mi aspecto y mis ondas con un insulto al pasar ♪”…
Hace 6 años que volví a vivir acá, a la ciudad donde nací. Volver fue complicado, muy, diría, pero a la hora de tomar la decisión pesó el hecho de que había un hijo de por medio, y que vivir en la gran ciudad, con padre y madre trabajando 10 hs. por día, y sin familia cerca, iba a ser complicado. Preferí optar por resignar mi inmenso amor por la jungla de cemento y retornar a la vida de pueblo.
Sin embargo, desde que volví, no puedo terminar de adaptarme a ciertas costumbres de estos pagos.
No puedo acostumbrarme por ejemplo a que durante la tarde no haya nada abierto:  no hay supermercado, ni verdulería, ni carnicería que esté abierto entre las 13 y las 16 horas, salvo uno, en una de las puntas de la ciudad. Si te olvidaste el paquete de harina para el bizcochuelo que pensabas hacer, sonaste: tomá mate con Criollitas, porque hasta las 5 de la tarde imposible comprar.
Si el lunes se te ocurre que tu almuerzo son unas buenas baguettes con jamón y queso por ejemplo, bueno, el lunes las panaderías no abren, por lo tanto, o comprás pan en exceso el domingo y lo calentás, o te hacés sándwiches con pan lactal (siempre y cuando te hayas acordado de comprarlo temprano no!). Recién ahora un panadero que seguramente no debe ser de la ciudad abrió una panadería que trabaja todo el día en horario corrido y abre los lunes!
Me fui acostumbrando a comprar pan los domingos y a tener previsto que no falte nada si se me ocurre cocinar durante la hora de la siesta, pero a lo me niego a tomar como normal es a esa costumbre que hay en las ciudades chicas de querer saber todo de uno. Con cuál de los xxxx estás casada vos? Y tu papá de qué trabaja? Es pariente de x?? Y vos de cuál xxxx sos? Tu suegro es xxx?
A saber: mi familia no es de las familias con apellido tradicional en la ciudad; nadie en ella se destacó lo suficiente como para ingresar a la elite del pueblo digamos jeje. Mi viejo, hijo único, nunca terminó de conocer al resto de su familia porque mi abuelo murió cuando el era un bebé. Quizás si Faustino hubiera vivido un par de años hubiera hecho algo que significara que lo recordaran hoy, y yo podría zafar de esas preguntas diciendo: si, sí, soy la nieta de”… Bueno, ni eso. Cuestión que siempre pasamos por la vida con perfil bajo, bajísimo, y disfruto de eso.
Desde que me casé, pasé a ser “la esposa de”…, porque yo, chica de perfil bajo, me casé con el integrante de una familia archiconocida en la ciudad, el ying y el yang. Y llevé el papel lo bastante cómodamente todo este tiempo, tratando de mantenerme tras bambalinas digamos
De un tiempo a esta parte, pasé a ser Clo, la dueña de Olivia, y mucha gente, mucha más de la que me gustaría, consideró que por esa sola razón tiene derecho a hurgar entre mi escaso arbolito genealógico para buscar  padres, algún abuelo, tíos y/o primos conocidos.
Sepan queridos habitantes de esta querida ciudad que siempre trataré de mantenerme en el margen de la foto principal y  que si pudiera, inventaría otros nombres, y otras historias de vida, y les contaría cosas diferentes a todos y cada uno de los que me preguntan, para armar un gran gran teléfono descompuesto y divertirme mientras se enredan con chismes irreales.
Pueblo chico infierno grande dice el gran Cerati, cuanta razón maestro, cuanta razón...

jueves, 19 de abril de 2012

Perdón!

Este post viene a modo de pedido de disculpas.
Sí, bienvenida tecnología que da estas posibilidades.
Tantos días sin tiempo para pasar a leer blogs que tanto me gustan hizo que me perdiera de leer lo que alguien, que escribe tan bien, que sigo desde el primer día que leí un post suyo, me regaló.
Este premio:

Un premio al blog preferido, que se le da a blogs con menos de 200 seguidores (menos es más dicen? Je) y que ella obtuvo de otra blogger a la que admiro por su genial forma de contar sus peripecias como madre primeriza (sí sí, a vos Ann) .
Cuando yo cuento a gente que no tiene blog las cosas que pasan en este mundo 2.0 muchas veces se me quedan mirando y siento que en el fondo deben estar pensando "pobre Clo, necesita una vida". Y yo, que incursioné en este mundo, no puedo entender que la gente que no lo hizo todavía se lo esté perdiendo. Se esté perdiendo de recibir tanta buena onda de gente que uno conoce físicamente, pero que de leerla ya es como conocerla de hace tiempo; se esté perdiendo de compartir tristezas, alegrías, historias y que del otro lado siempre haya alguien al que le interese eso y se cope y opine, y aconseje, y acompañe; se esté perdiendo de, en alguna oportunidad, poder conocer a ese otro en la vida real (como me pasó a mí con M! y con Vani, y a Lila con Ann y Lula y tantas otras bloggers) y comprobar de que la buena onda que pegás acá se transmite fuera del blog.
Yo no tengo más que palabras de agradecimiento a esta parte del mundo interactivo. Y a vos linda Ceci te reitero las gracias, y te obligo mirá, a un café con medialunas de Atalaya
 (Y si alguna más se copa les aviso que salen charters a mi ciudad desde el Obelisco cada una hora eh!)
Ahora,  debería pasarle el premio a 5 blogs con menos de 200 seguidores, pero como llegué tarde  me estoy enterando que a muchos blogs a los cuales se lo daría ya se lo pasaron, así que para cerrar sepan que les paso el premio   a cada uno de los blogs que sigo, todos y cada uno por diferentes razones, son mis favoritos.
(Perdón Don Liebster por modificar las reglas del premio)



viernes, 13 de abril de 2012

16

No es hoy, es mañana, pero como los horarios me han cambiado bastante, de seguro que mañana no voy a tener tiempo para hacer un post, por eso adelanto la escritura.
Mañana 14 de abril se cumplen 16 desde que empecé a salir con quién hoy es mi marido. Dieciseis años: exactamente la mitad de mi vida. Y más allá de que haya habido algún que otro impasse corto en el medio, siempre fue él, el mismo.
El mismo que me regaló tres hijos hermosos, la razón más importante que uno pueda tener para levantarse cada día; el mismo que (no me canso de decirlo) apoya incondicionalmente cada idea mía por más loca que le parezca, y el que me da pilas cada vez que yo (muy seguido) me desinflo.
El mismo al que el día le da tiempo para hacer muchas más cosas al mismo tiempo de las que yo misma hago: él es.
Es el que anda con su nextel en la mano 18 de las 24 horas que tiene el día; el que no va a ningún lado si no es manejando, pero que los fines de semana se carga a los tres niños y sale en bicicleta.
Recuerdo que cuando recién empezamos a salir yo estaba terminando mi secundario y el estaba en su primer año de facultad, por ende solo nos veíamos los fines de semana. Y para acortar el tiempo solíamos escribirnos cartas (qué vuelvan las cartas!) que todavía guardo en la baulera de mi casa.
Fuimos compañeros de muchos viajes y si hay algo que rescato es que siempre nos divertimos. Y creo que el pasarla bien tuvo mucho que ver con estos dieciseis años juntos.
Pasaron muchos años ya, y aunque somos bastante diferentes aprendimos a ceder. Yo me banco sus idas a jugar al fútbol, y hasta a veces lo voy a ver jugar; él se banca mi fanatismo por la música, y si hay que ir a un recital me acompaña y hasta te corea alguna canción.
Siempre que discutimos,  me deja hablando sola, sabiendo que después se me pasa y que mejor así, porque si fuera polvorita como yo,  creo que ya no estaríamos juntos. Fue él el que una vez me dijo: yo soy básico, básico y parejito, y creo que fue una de las mejores definiciones de “hombre” que escuché.
El fue el que con nada uno de los nacimientos de mis hijos me acompaño en las internaciones, y  se durmió profundamente como si el  que hubiera pujado hubiera sido él.
Fue y es mi mejor y más incondicional amigo.
A vos te digo: brindo por seguir queriéndote toda la vida.
Allá lejos y hace tiempo...

lunes, 2 de abril de 2012

Olivia

Volví.
Después de casi dos semanas de 12 o más horas diarias de estar encerrada pintando, ordenando, cambiando muebles, contando zapatos, poniendo precios, finalmente el viernes 30 Olivia abrió sus puertas de nuevo.
Fueron muchas horas, muchas de verdad, de mucho trabajo. Cuando uno arranca un proyecto se involucra tanto que se olvida de todo lo que está dejando.Yo creo que recién caí en la cuenta de todo lo que había llevado armarlo el viernes después que cerré.  Ahí me cayó la ficha.
No puedo dejar de agradecer a toda la gente que estuvo involucrada en esto, porque sin ellas de seguro que todo hubiera costado el doble de lo que lo costó o más.
Un gracias así de grande a mi marido, porque fue el principal impulsor de esto, y quién dejó horas de su propio trabajo por estar ahí, bajando bolsas de zapatos, ordenando, tirando ideas; gracias a mis hijos, que me dejaron faltar horas de casa, sin hacer el más mínimo reproche; gracias a la familia: suegros, padres, cuñados y concuñadas, hermanos, por la buena onda, el aguante, la ayuda, el pasar a cebar un mate en el momento indicado (especiales gracias a mi hermana por ponerse tanto la camiseta y pasarse horas eternas contando aritos y pashminas), gracias a Fer, la mamá de Olivia, por las horas de risa que pasamos ahí adentro mientras ordenábamos zapatos, gracias por ceder horas de su tiempo en algo que no tenía obligación de  hacer, porque después de todo, me lo estaba vendiendo, pero ahí estuvo y está siempre: al pie del cañón -gracias♥.
 Gracias a Eugenia, a Romina, a Lula, Carla, a Martín y a Natalia algunos de mis amigos que pasaron por ahí a dar una mano sábados y domingos. Gracias a toda la gente que trabajó en Olivia contra reloj para terminar a tiempo: pintores, electricistas, carpintero. Gracias a Eri, la herencia que me dejó Fer en Olivia y que también sumó horas y horas para terminar y poder abrir el viernes. Gracias a todo el que sumó ideas y buena onda, y a uds. que pasaron por acá a dejar lindísimos mensajes. Gracias, gracias, gracias.
Después de esto, ahora sí, les presento a Olivia







viernes, 16 de marzo de 2012

Pasaba por acá...

Muchos días sin pasar por acá.
No porque no quiera, sino simplemente porque no puedo. El proyecto que arranqué me tiene completamente absorbida, entre papeles, contratos, proveedores, ropa, zapatos, carteras.
No me quejo, estoy feliz, pero mi ser culposo también se lamenta por haber abandonado momentáneamente este otro lugarcito, que tan bien me hace y que tanto me costó armar.
Logré hacerme huequitos de tiempo para seguir leyendo los blogs, pero aún me falta la organización suficiente como para comentarlos, y escribir en el mío.
Ya llegará. Tiempo al tiempo.
Mientras tanto cuento que ayer, finalmente, recibí esto:


Así que emulando  a un banco y su slogan digo: dueño!! , y me pongo a pintar paredes porque ya falta poco para abrir
Ah: miles de gracias, miles de verdad, a todas las que pasaron a dejarme un mensaje en el post anterior. Quisiera haber podido tener tiempo para agradecer mensaje por mensaje, pero espero que un GRACIAS ENORMES abarque a todas. Son geniales. La buenísima onda que se respira por acá es difícil de encontrar en otro lado.

viernes, 2 de marzo de 2012

Otro hijo

Desde siempre, desde chica digamos, siempre pensé que el día que tuviera una hija se iba a llamar Olivia.
Conservo una libretita de cuando tenía 9 o 10 años, con una listita de nombres de nena que seguro iba escuchando o leyendo por ahí y con letra manuscrita están escritos Olivia, Carmela, Elena, Martina, Camila y otros tantos de varón.
Cuando nació mi primer hijo el trato con mi marido fue: si es nene elijo nombre yo, si es nena elegís vos. Fue nene, elegí yo y le puse Valentino. Llegó el segundo, elegí yo, fue Benicio. Cuando llegó el tercero y me enteré que era nena dije “es Olivia”. Y mi marido sacó a relucir el trato inicial y me dijo: es nena, elijo yo y se llama Lola. Y así fue que quedó Lola y yo relegué mi deseo de que alguien se llame Olivia en la familia.
Hasta ahora.
Hace un par de semanas atrás, por medio de OH! , llegué a F. (y no la identifico porque no le avisé de este post). F. es la dueña del negocio más lindo, más femenino y con más onda de toda la ciudad – y que disculpen si algún otro dueño de algún otro negocio de Chascomús está leyendo este post, pero es así. Un día, le fui a llevar unas tazas de té inglesas encantadoras que me compró, y charla de por medio me dijo que vendía su negocio: que vendía Olivia.
Olivia es mi negocio de cabecera para comprarme zapatos. Fue el primer lugar donde conseguí unas botas de Paruolo que aún hoy las miro y no puedo creer lo lindas que son. Por si no se entiende (sí me van a entender las que no viven en las grandes urbes) hay cosas que en las ciudades chicas las mujeres miramos solo en las Para Ti, o en Oh la lá, o conseguimos viajando únicamente. Bueno, eso pasaba acá hasta que llegó F. y su visión genial sobre la moda.
La cosa es que después de mucho pensarlo, después de muchas charlas con la familia, después de muchas charlas con F., Olivia finalmente va a pasar a ser parte de mi familia, y yo estoy sumergida en el medio de un súper mega emprendimiento, que va a hacer de este 2012 un año difícil de olvidar.
Así que sepan disculpar la ausencia de tantos días, posiblemente esto mejore una vez que yo deje de andar eligiendo zapatos y carteras para la nueva temporada otoño-invierno.
OH! sigue, obviamente, porque todo tiene que ver con todo, y porque es mi proyecto del corazón,  solo que quizás por un tiempo, a otros ritmos, hasta que todo esto fluya de manera más relajada.
En el mientras tanto, nos leemos, nos comentamos, y obviamente a partir de ahora,  si alguien quiere saber que viene en zapatos y carteras  para el invierno, no dude en consultarme ja.
Bienvenida Olivia a la familia.

sábado, 25 de febrero de 2012

Sala amarilla

Esta es la segunda vez que atravieso por la etapa de que un hijo comience el jardín.
Hoy es sábado, y pienso que en tres días la vida de Beni va a pegar un giro. Pasaron casi tres años desde que nació, y lo que hasta hoy fue una vida despreocupada, sin horarios, con la posibilidad de, por ejemplo, dormir hasta que se le de la gana, a partir de la semana que viene comienza a cambiar.
No digo que drásticamente cambia. Obvio que se que el jardín es una etapa hermosa, que ellos la súper disfrutan, que les hace bien y todo eso. Yo, como mamá, y adulto, sé, lo vivo como el fin de la etapa libre digamos. Beni comienza su inserción en el mundo real por así decirlo. Un mundo donde hay horarios que cumplir (aunque en el jardín no sean tan estrictos con eso), reglas y turnos que respetar, cosas que compartir…
Cuando mi hijo más grande empezó el jardín sentí como una gran nostalgia, no sé bien como explicarlo. Lloré a escondidas el día que lo vi con su guardapolvo y la bolsita arrastrando por el piso. Ahora lo veo a Beni, que apenas vio su guardapolvo me dijo –poné a Beni - y vuelvo a sentir lo mismo. Empiezan a despegar.
Tan feliz estaba con su uniforme rojo y un gran moño amarillo en el cuello que me dio culpa mostrarme triste. No estoy triste Ben, estoy como decirte, melancólica. El comienzo del jardín es el inicio de otra etapa en tu vida, en la que deseo que seas todo lo feliz y libre que fuiste hasta ahora; que aprendas a respetar reglas y a convivir con otros, pero que mantengas siempre, la capacidad de dejar tu huella, de expresarte, de ser vos, y de reírte a carcajadas, como te reís a veces. Eso rulos: que sigas el camino siendo una personita tan auténtica como lo fuiste hasta ahora, será mucho pedir?.

martes, 21 de febrero de 2012

Happiness

Todo el día de ayer estuvo lloviendo. A veces a cántaros, otras más leve, pero lloviendo al fin. En días como estos llega cierto momento en que, con niños pequeños en la casa, se impone una salida, aunque más no sea sacarlos a dar una vuelta en auto porque tanto encierro no le hace bien a nadie. Y allí aparece mágicamente don marido que me dice - me los llevo, te dejamos un rato en paz. Genial, un rato con la casa para mí sola.
Contra lo que se supone que debería o podría haber hecho teniendo un rato para dedicarlo solo a mí - arreglarme las uñas, leer un libro o simplemente mirar tele- mi rato de ocio terminó en la cocina.
Mis hijos aún no se habían ido y yo ya estaba dejando un paquete de harina sobre la mesada: pizza casera- anuncio.
Y en un rato me encuentro metiendo la mano en un bolw lleno de masa, armando un bollo gigante y esperando que leve.
Mientras pongo un cd y me tomo un par de mates. Son las seis de la tarde de un feriado y yo pico cebollas. Mientras Goldfrapp canta Happiness yo llorisqueo y desvío la vista de la malvada que ocasiona tanto llanto: sé, gracias a la genia de Narda, que si pongo los dedos como garras mientras pico, es imposible que me corte aunque no mire. Hacía tiempo que una cebolla no me hacía llorar tanto (será la cebolla solamente?), pero cuando termino me doy cuenta que el desahogo artificialmente ocasionado terminó por tener efectos terapéuticos.
Termino de picar. Sartén, aceite y la casa se llena de un olor tan rico que de verdad quiero que llegue el momento de la cena.
Sigue sonando el cd, para de llover, y salgo al patio. Me descalzo y camino sobre el pasto que todavía no terminó de absorber la cantidad de agua que cayó. Cuando era chica y llovía en verano automáticamente salía a la vereda a jugar bajo el agua. Con los años uno deja de hacer eso, y ahí aparecen los paraguas, y el auto, o el remis cuando llueve. Me niego a que los años me saquen esa capacidad de divertirme con tan poco. Y ahora en mi casa estoy disfrutando tanto de algo tan simple como caminar descalza por el césped lleno de agua que no entiendo porqué no lo hice antes.


Feliz, y si esto no llega a ser la felicidad que alguien me diga donde está.

viernes, 17 de febrero de 2012

Yo también leo

Cada vez que leo que alguien recomienda libros en su blog me lo anoto. Ilusa. ¿Sabés el tiempo que falta para que yo tenga tiempo de sentarme a leer un libro sin que me interrumpan?
Cuestión que durante las ya mencionadas vacaciones, mi ser sintió, equivocadamente, que vacaciones iba a ser sinónimo de descanso. No  sé que parte de mi cabecita loca asoció que la palabra vacaciones se aplicaba a mis hijos también: yo estaba de vacaciones, mis hijos no. Pero en fin, envuelta en la fiebre de descanso, corrí a una librería y me compré dos libros.
A la noche, cuando todos dormían, agarré el que más me había llamado la atención: “Los padecientes” de Gabriel Rolón. Lo empecé a leer y me atrapó. Cuando ya mis ojos no podían enfocar correctamente las letras del sueño que tenía lo dejé, y cuando me desperté en la mañana lo primero que hice fue tratar, de retomarlo. Digo tratar porque fue imposible volver a tocar un par de hojas hasta la tarde, cuando generosamente marido se llevó a los niños a la pileta y quedé sola, empanada de arena, pero feliz con mi libro. Avancé un poco y llegué a un punto de la lectura donde quería terminarlo sí o sí. Así que esa noche leí de corrido no sé hasta que hora de la madrugada, pero lo terminé. No sé si alguna blogger amiga lo habrá leído y si le gustó tanto como a mí. Un libro algo oscuro, con una trama enroscada, un thriller psicólogico como lo definió su autor . Y aunque algunos lo defenestren,  bien por Rolón  que logró que después de años un libro me atrape tanto como para ceder horas de sueño a cambio de terminarlo.


Ahora voy a tratar de empezar el otro que quedó durmiendo en el cajón: “Comer, rezar y amar”, del cual no vi la peli todavía (sepan entender que vengo atrasada con el cine, con los libros, con la vida bah) y del que empecé a chusmear algunas páginas y no me causó gran sensación. Después de haber leído sobre esquizofrenia y neurosis este otro me parece para infantes creo.

Y ustedes? Están leyendo o han leído últimamente algo que merezca ser recomendado?

jueves, 16 de febrero de 2012

Cortito y al pie

Reniego de la playa sí, pero la arena fue hasta ahora la única que logró esto:

que mis hijos jueguen juntos más de 20' sin pelearse.

Estoy pensando seriamente en hacer de mi jardín un gran gran arenero.

♪Qué lindo que es estar en Mar del Plata, felices y bailando en una pata, en Mar del Plata soy feliz♫
(Y como verás todavía no puedo aclimatarme, para todas las que me lo preguntaron, sigo inmersa en el espíritu vacacional digamos)

lunes, 13 de febrero de 2012

Volver

Volver es lo más difícil de las vacaciones. Y no por el hecho de dejar atrás días sin horarios ni obligaciones solamente. Digo el hecho de llegar a tu casa, bajar todo el equipaje (que en mi caso siendo cinco en la familia es mucho, mucho de verdad), desarmar bolsos y ordenar mínimamente. Ese hecho, desarmar bolsos debe ser la parte más tediosa de todas para mí.
Mientras sacudo arena de la ropa que estoy sacando automáticamente me transporto a días atrás.
Mar del Plata en verano tiene ese olor dulzón en el aire, mezcla de coco y perfume, olor a “Rayito de Sol” o "Banana Boat" digamos. Puedo reconocerlo enseguida. El verano huele a Rayito de Sol en la costa. En la playa, al resguardo en mi carpa insulto en chino al viento que arma remolinos de arena, esa misma arena que estoy sacudiendo ahora de las bermudas de Beni. Rara vez se me ocurre acercarme a la orilla del mar: los años me han vuelto un ser friolento y el mar definitivamente no está hecho  para mí. Pero veo a mis hijos corretear y chapotear en las olas y opto por guardarme el deseo de haber elegido otro lugar para vacacionar.
Pese a eso Mar del Plata es como mi casa también. Desde hace 14 años no hay verano que no pase al menos unos días ahí. La ventaja de no pagar alojamiento hace que aunque no me guste al 100% la playa, sea el lugar elegido cuando uno quiere escaparse unos días, o cuando, como esta vez, el ahorro hogareño dice presente y se cancelan otros destinos.
Levantarse, caminar un poco por Av. Luro, Rivadavia, poco por la peatonal (que digamos es lo más parecido a una Gran Saladita últimamente) y volver al departamento. Embadurnarse de protector, armar todo el equipaje y partir a la playa, escuchando la 97.3 que me dice que  una tal Jessica de Vincenzo da “cursos de reina de belleza” (¿?).  Me río, y siento un pequeño salto en el pecho cuando bajamos por Av. Colón hacia la costa. Estacionar en el balneario, bajar todo el equipaje, pedir algo para almorzar, instalarse en la carpa, leer, bailar brasilero en el parador, pedir licuados, comer un par de churros de Manolo, tomar algún mate, juntar las cosas y volver al departamento, para bañarse y   salir de nuevo  a la noche
Así fueron estas dos semanas de descontrol horario, y calorías al por mayor.
Terminé de sacudir la arena en la ropa y arranco la semana pedaleando una hora por la costa de mi laguna. De alguna forma hay que atacar lo que dejó el verano en el cuerpo.
Volver. Y recomenzar.

viernes, 27 de enero de 2012

Au revoir

En este sencillo acto te aviso que me tomo unos días de vacaciones, en sí no son vacaciones viste. Serán días de mucho trabajo materno lo cual no deja de ser divertido.
Te veo a la vuelta.
Pd: en el face siguen habiendo cosas lindas para mirar, digo, por si extrañás.

jueves, 26 de enero de 2012

Guarda que vengo

No me gusta manejar autos. Creo que lo dije no? Te ando perfecto en la bici, me la re ingenio con un ciclomotor pero auto no. No hay feeling con el cuatro ruedas, o no había mejor dicho y dándole una chance a esta relación incipiente.
Aprendí a manejar con mi marido, cuando ya andaba por los veinti y pico, grandecita digamos, en un 205 con el que me llevaba bastante mal. Esto de no gustarme hacía que tampoco prestara atención y mi pobre esposo se gastaba explicando y dando instrucciones que yo nunca escuchaba. Pese a su insistencia de que si ponía interés iba a ser un trámite que me largue a las calles porque salía perfecto sin que se pare el auto (cosa difícil según dicen los que saben), nunca pude dejar de andar por las calles de atrás del Polideportivo porque me daba pánico salir a la costanera y que se me cruce algún otro vehículo. La verdad: a la cuadra de salir yo ya me había olvidado que para pisar el freno hay que pisar el embrague, y pensarlo todo junto se me hacía imposible.
Cuestión que largué el aprendizaje. Años después marido cambió el pequeño auto por una camioneta y ahí dije: nunca más te agarro vehículo.
Con el paso de los años, la mudanza a una zona más alejada del centro de la ciudad y sobre todo, el crecimiento demográfico que hubo en mi familia, mi querido esposo comenzó con una tarea digamos de “taxista”: lleválo a Val allá, buscálo de allá, traéme esto del centro y etcéteras varios.
-Tenés que ponerle onda y sacar el registro. Intentá agarrar la camioneta que tiene dirección más livianita- me repetía incansablemente.
Así pasaron meses, meses, meses. Con el inicio del 2011 me y le prometí que iba a poner mi mejor voluntad, la mejor que encuentre hurgando entre mí, para ver si prestaba un poco más de atención al tema, siempre y cuando, las clases de manejo no fueran de una vez al mes porque obvio ahí, actuaba mi alzheimer y me olvidaba de todo.
Yo pongo voluntad, vos me largás la camioneta mínimamente una vez por semana o como mucho cada 15 días.
Así arranqué con el mastodonte. Le puse onda la verdad, intenté recordar y dejó de asustarme que venga un auto atrás por ejemplo. Pero, siempre hay un pero, mi media naranja se olvidó de la otra parte de su promesa, y las clases se distanciaron tanto en el tiempo que llegó el fin: no intento aprender más hasta no tener un auto. Para qué gastar voluntad en algo que encima que no me gusta  no le puedo dar uso efectivo porque no tengo vehículo????
Hace poco más de 3 meses llegó un día a casa y me dijo –te compré un auto, te lo dan mañana, ahora no te quedan más excusas. Chan!
Así fue que llegó el viernes y me dejaron un Ford Ka usado,  autito chiquito, bien de mina, estacionado en la oficina. –Y porqué acá?, que lo lleve a casa- 
-O lo llevás vos, o duerme acá afuera-
Y así fue como ese día me vine manejando por las calles del centro de la ciudad, después de meses de no agarrar vehículo alguno. Yo que creía que mi cerebro no registraba más que palabras emitidas por mis hijos, me di cuenta que todavía tenía memoria. Recordé como pasar cambios, frené en las esquinas, miré por los espejos retrovisores. Impecable.
Un mes estuve manejando todos los días de casa al trabajo, y viceversa, sin registro porque el miedo a dar el examen de manejo me superaba. Cuando la situación ya se tornó muy ilegal empecé a tramitar los papeles. Oculista, clínico, aranceles. Estudié para el examen teórico y me presenté al práctico con tanto pánico como el día que fui a dar el final de Procesal creo.
Aprobé. Y ahora soy la propietaria de un carnet de conducir, una cédula verde y una azul. También sumé conocimientos varios como que la prioridad de paso siempre la tiene quien viene por la derecha si las calles no son avenida, y que en las rotondas siempre la prioridad la tiene quién va a salir de ellas. De la experiencia en general puedo decir que si aprendí yo, persona que detesta -ba manejar, puede aprender cualquiera.
Eso sí, cordones de la vereda, agárrense. La materia estacionar todavía la estoy cursando.

(Las fotos digitales en los documentos son tannn lindas. Tengo ojos eh! solo que quedaron por ahí abajo)

lunes, 23 de enero de 2012

1990

El sábado a la noche, mientras devolvía los equipos de música que había usado mi hermano en su mini recital lagunero (que por cierto estuvo tan bueno) pasé por un lugar por donde hacía años, muchos años, que no pasaba.
Yo conté que mis viejos no viven en el centro de la ciudad. Viven cerca de un club, a pasos  de las vías del tren. Cuando yo tuve la edad suficiente como para hacer 9 cuadras sola  a las 7.30 de la mañana comencé a ir al colegio  caminando por ahí. Me había trazado un camino corto que incluía caminar media cuadra por las vías del tren, bajar, y agarrar las calles por atrás del club. Si cierro ahora los ojos te puedo decir sin equivocarme que hay en cada cuadra. Casi 5 años hice el mismo camino. En invierno a veces lo variaba y evitaba el cruce de la vía, porque habia que animarse a caminar sola, de noche por la vía pegada al terreno baldío eh! pero si estaba con poco tiempo agarraba por ahí y cruzaba corriendo evitando pisar los rieles.
El club fue mi lugar de juegos durante muchos años. Ahí fui a clases de destreza deportiva y aprendí a hacer la vertical puente, y pienso que antes me doblaba tan fácil y era tan ágil que ahora me doy vergüenza (intentaron hacer por ejemplo la medialuna  la par de sus hijos; yo sí, y no pude). En el club jugábamos al vóley, corríamos por la cancha de fútbol, y mirábamos tenis. Ese club me regaló mi primer recital de Soda Stereo, y nunca más me lo voy a olvidar. El día que vino Soda a Chascomús había más gente parada sobre las vías del tren pegadas al club mirando, que gente dentro de la cancha viendo el recital. Soda cantaba “De música ligera” y una multitud saltaba… sobre las vías del tren. Yo recuerdo estar en el techo de mi casa, reposera incluída, mirando todo desde esa ubicación privilegiada. Obviamente Cerati juró no volver más a tocar en mi ciudad. Todo por culpa de gente como yo, que no pagó la entrada y vio un tremendo recital desde las vías del tren o desde los techos.
Yo tendría 10 u 11 años creo. Y ansiaba verlos tocar porque en el colegio me había hecho amiga de una chica más grande que yo, que llevaba walkman al colegio (una adelantada!) y escuchaba Soda Stereo en los recreos. Un día, mientras yo miraba fascinada ese aparatito, me dijo querés escuchar? Y me lo prestó. Escuché “me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas…” y creo haberme puesto bordó. -"Es Soda Stereo"-,  me dijo. Y ahí los conocí. Por eso el día que vinieron aunque no convencí a mis viejos de que me lleven al club, si logré que me dejen subir al techo a mirarlos. Todo, gracias a mi amiga “la francesita”.
Este sábado, cuando anduve por ahí, juro que me ví caminando por esas calles, corriendo por la vía, y miré el paredón del club y me agarró tanta nostalgia. Es loco no, que uno deje de pasar muchos años por un lugar, y vuelva a pasar y recuerde todo tan claramente.
Nostalgia, mucha. Anclado en 1990 dice un tema de Soda. Así me quedé yo.

lunes, 16 de enero de 2012

Puro masoquismo.

Siendo las 8:50 de un lunes caluroso me visto para ir al gimnasio. Hace 25º a esta hora de la mañana y mientras me calzo una zapatilla sufro pensando en lo que me espera: 60 minutos a puro pedaleo en una clase de spinning, o indoor cycle, o en criollo: una bicicleta con carga que vas variando de acuerdo al ritmo de la música y a las indicaciones de una profesora.
Definitivamente hay un costado masoquista en querer someterme a esta tortura en pleno enero. Pero la culpa que arrastro desde Navidad puede más y allá voy.
Cuando llego confirmo que el gimnasio no es el mejor lugar para estar en este momento. No hay aire, la clase es en un  primer piso donde pega el sol y los ventiladores no dan a basto para paliar un poco el clima.
No hay botellita de agua mineral que ayude: el medio litro desaparece en mitad de la clase y yo pienso que voy a morir.
Intentado buscarle el lado bueno a semejante padecer me consuela pensar que al menos el turrón blando y el paquete de maní con chocolate no van a dejar tanta huella. Siendo sincera no busco mucho más: nunca voy a tener el ir de la Cirio por ejemplo: ahí no hay indoor cycle que valga, eso requiere bisturí señores, pero si puedo evitar que la fuerza de gravedad siga haciendo de las suyas bienvenido sea; no pido más, solo pido que lo que está no se caiga.
Miro el reloj, diez minutos para terminar. Traducido a clase son como 3 temas más arriba de ese asiento. -Vamos que terminamos la vuelta- Arriba! No hay arenga que pueda con mi cansancio. Pongo pilas y subo, cargo la bici, pedaleo. Fin.
Me bajo hecha un trapo: no creo que Dolores Barreiro se vea en ese estado cuando termina una clase. 
Salgo de ahí, ducha y camino a la oficina me engullo un alfajor.
Listo, ahora sí, soy feliz.
Como arruinar una hora de esfuerzo en tan solo 5 minutos? Así, como hago yo!

martes, 10 de enero de 2012

Mónica

El sábado a la mañana hacía la limpieza de mi casa. Yo, franela en mano, repasaba muebles del living. Lola iba y venía por ahí.
Siempre que de repente dejo de escuchar a alguno de mis hijos es porque están planeando alguna travesura. Dejé de oir el ruidito de sus sandalias en la cocina así que me asomé a ver donde andaba.
La veo con un repasador en la mano y el lustramuebles, haciéndose la que limpiaba frenéticamente las sillas de la cocina. Un año y 3 meses tiene Lola. La miro y me quedo pensando. Qué imagen tiene mi hija de mí eh!
Hay cosas que hablan de mí más o con la misma fuerza que otras. La obsesión por la limpieza es una, de la que de a poco estoy intentando salir digamos. Nunca podría irme al otro extremo por ejemplo, pero sí intento relajar un poquito el tema porque nunca termino de disfrutar, menos con tres niños pequeños en casa.
Podría decir sin lugar a dudas que Ayudín me debe parte de su facturación anual por ejemplo. Que Ballerina y la marca de rejillas que no recuerdo el nombre ahora también. Puede faltar cualquier cosa en mi casa menos lavandina diría. Y las rejillas con suerte llegan a durar 4 semanas, un mes, cansadas de  permanecer sumergidas en una mezcla de cloro y Procenex, de diferentes olores, porque voy variando, todo el día. Yo era de las que iba a una casa y si veía la rejilla de la cocina medio “oscurita” y  te tenía confianza, enseguida te la sumergía en un tupper con lavandina y agua caliente. Si no te tenía confianza sufría en silencio por la rejilla sucia. A fuerza de años de contener el impulso he logrado no inmiscuirme en la intimidad de las cocinas amigas, pero no me pidas que no sufra eh.
Mis días de mala onda o los descargo amasando (ya he hecho otro post al respecto) o los descargo limpiando. Ah sí. Si estoy de malhumor ponéme música a un volumen considerable y dame trapo de piso, rejilla, cif, lavandina y demases que al toque soy feliz de vuelta. El súmum de mi felicidad es cuando termino de limpiar y siento el olorcito del Cif en la cocina, la cera en los muebles, las cortinas con perfumina…
Sí, llamáme loca si querés. Yo lo asumo. Un amigo cercano suele llamarme Mónica (la de Friends), y digo cercano porque es de los que me ha visto pasando Cif antigrasa al horno mientras el resto hacía la sobremesa.
Ahora la veo a Lola, y a veces a Beni, agarrando escobillones y trapitos, y no sé si reirme o largarme a llorar mirá. El ser “fregón” (como me dice mi vieja) suele tener aristas crueles te digo. No siempre te toca un compañero de cuarto limpito en los viajes de la escuela por ejemplo. Ni que hablar que si vas de campamento la que termina limpiando todo sos vos obviamente, porque aunque intentás quedarte en la onda hippie, de repente te asoma el costado “Magistral” y le das brillo a todas las ollas que encontrás tiradas.
No importa. En el “mientras tanto” miro embelesada a esta enana de menos de 1 metro que apenas camina, con un Blem en la mano y un trapito en la otra, y mi ego se fue cerca de las nubes: mi gen Ayudín hizo su trabajo jeje. Ya tendré tiempo de arrepentirme.

viernes, 6 de enero de 2012

Verano

Cuando llega la época de verano compruebo porqué mi viejo suele decirme que  “no hay nada que te venga bien”.  Me gusta el verano por ejemplo, pero no el calor excesivo, me gusta que anochezca tarde, pero no que anden mosquitos; me gusta que el sol le gane a los días nublados, pero odio ver mi césped cuando se empieza a resecar por la falta de agua; me gusta la pileta, pero odio que el cloro te deje en estado de terapia intensiva el pelo y los ojos. Digamos que me gusta “la idea” del verano: vacaciones, amigos, relax. Claro, es la idea de mi verano 10 puntos. Pero aparece la realidad y con ella un  dardo certero que  pincha mi globo de verano feliz. Mi verano no es de relax, ni de vacaciones hasta ahora. Mi verano es con horarios de oficina, 3 hijitos en casa, corridas, pocas energías y sí, algo de pileta porque el calor es equitativo y agobia a todos, tengas o no un verano 10 puntos.
Sí afirmo que las tardecitas de verano justifican la parte de esta estación que me encanta. Me gusta el poder estar de remera y shorts aún siendo las 8 de la noche, sentarme en el jardín con un mate a escuchar música sin tener que salir corriendo a buscar abrigo. Ni que hablar si, como anoche, el mate se extiende y sale un asado improvisado con amigos, sentados en la mesa armando lomitos, mientras media docena de niñitos corretean por el jardín.
Hoy cuando desperté “Los Reyes” ya habían hecho su pasada mágica por casa, y tenía un revuelo de papeles de regalo esparcidos por el living.
 - No me dejaron la metralleta ni la moto a control remoto-
-  Y bue Valen, a veces los Reyes no dejan lo que uno quiere-
-Sí, los perdono porque creo que son pobres. Papá Noel tiene más plata. Lo bueno es que les gustó el pasto que les dejé. En la carta que me dejaron me dicen eso.
-Te dejaron una carta?
-Sí,  dicen que nos portemos bien, y hagamos caso a los papás.  ¿Cómo saben todo los Reyes?
Y sin más, salió al jardín y se puso a jugar con el juego nuevo.
-Vení Beni a jugar! Hay que compartir. Nos están vigilando!

miércoles, 4 de enero de 2012

Yo estuve acá

Siempre desde chica tuve la idea de que tenía que dejar una huella en mi paso por el mundo, algo, lo que sea, que le diga a quién lo encuentre, que yo estuve acá.
No me refiero a algo memorable  (si viniera mejor), me refiero a detalles, cosas que hablen de mí.
Así, por ejemplo, durante mi paso por los departamentos que habité mientras vivía en Capital, cada vez que me mudaba sentía que el que viniera a vivir ahí tenía que saber quién había habitado ese lugar. Y las dos veces que me mudé dejé algo escrito, en el fondo de un cajón en el placard, en una repisa en el botiquín del baño, contando quién era, cuántos años había estado ahí, y en el último que estuve, del que me mudé para venir a vivir acá, le agregué un “acá fui muy feliz” (obvio, ahí pasé todo el embarazo de mi primer hijo).
No sé si alguna vez habrán encontrado lo que escribí (y si los dueños están leyendo esto sepan disculpar que les haya rayado un cajón eh), pero yo sentí que así alguien iba más se iba a enterar de mi existencia.
Digo que desde chica me pasa esto porque hace varios años atrás, varios, digamos que más de 20, en una fecha como ésta, días previos a la víspera de Reyes, recuerdo que estaba con mi hermano bajo el árbol de paraíso en la vereda de mi casa.
 ¿Y si enterramos nuestro, que quede ahí para que otro lo encuentre alguna vez?
Y así fue como excavamos un pocito bastante hondo, doblando cucharas de sopa. Ahí adentro, en una bolsa de naylon, fueron a parar un caparazón de un caracol de mar, con una notita con nuestros nombres, y un par de juguetes viejitos. Tapamos el pozo y ahí quedo todo. De vez en cuando pensaba en excavar para recuperar el tesoro, pero pasaron las semanas, los meses y nos olvidamos. Un par de años después mi viejo hizo vereda sobre todo ese sector y ahí supe que mi mensaje iba a quedar enterrado ahí para siempre, a menos que rompa la vereda.
Quizás en un par de años si la naturaleza no logró degradar la bolsa,  alguien lo encuentre, y se entere que ahí estuve yo, que jugaba con ese juguete.
Es como esos mensajes que se tiran al mar en una botella. Saber que detrás de eso hay alguien que se tomó el trabajo de escribirlo, de tirarlo al agua para que otros lo encuentren...
Una huella, una señal de que uno estuvo, de que uno está, un poco de mi historia, para que otro la conozca, nada más ni nada menos que eso