lunes, 23 de abril de 2012

Yo vivo en una ciudad ♫

Debería comenzar el post con esa canción de Miguel Cantilo  que dice “yo adoro a mi ciudad, aunque la gente no me corresponda, cuando condena mi aspecto y mis ondas con un insulto al pasar ♪”…
Hace 6 años que volví a vivir acá, a la ciudad donde nací. Volver fue complicado, muy, diría, pero a la hora de tomar la decisión pesó el hecho de que había un hijo de por medio, y que vivir en la gran ciudad, con padre y madre trabajando 10 hs. por día, y sin familia cerca, iba a ser complicado. Preferí optar por resignar mi inmenso amor por la jungla de cemento y retornar a la vida de pueblo.
Sin embargo, desde que volví, no puedo terminar de adaptarme a ciertas costumbres de estos pagos.
No puedo acostumbrarme por ejemplo a que durante la tarde no haya nada abierto:  no hay supermercado, ni verdulería, ni carnicería que esté abierto entre las 13 y las 16 horas, salvo uno, en una de las puntas de la ciudad. Si te olvidaste el paquete de harina para el bizcochuelo que pensabas hacer, sonaste: tomá mate con Criollitas, porque hasta las 5 de la tarde imposible comprar.
Si el lunes se te ocurre que tu almuerzo son unas buenas baguettes con jamón y queso por ejemplo, bueno, el lunes las panaderías no abren, por lo tanto, o comprás pan en exceso el domingo y lo calentás, o te hacés sándwiches con pan lactal (siempre y cuando te hayas acordado de comprarlo temprano no!). Recién ahora un panadero que seguramente no debe ser de la ciudad abrió una panadería que trabaja todo el día en horario corrido y abre los lunes!
Me fui acostumbrando a comprar pan los domingos y a tener previsto que no falte nada si se me ocurre cocinar durante la hora de la siesta, pero a lo me niego a tomar como normal es a esa costumbre que hay en las ciudades chicas de querer saber todo de uno. Con cuál de los xxxx estás casada vos? Y tu papá de qué trabaja? Es pariente de x?? Y vos de cuál xxxx sos? Tu suegro es xxx?
A saber: mi familia no es de las familias con apellido tradicional en la ciudad; nadie en ella se destacó lo suficiente como para ingresar a la elite del pueblo digamos jeje. Mi viejo, hijo único, nunca terminó de conocer al resto de su familia porque mi abuelo murió cuando el era un bebé. Quizás si Faustino hubiera vivido un par de años hubiera hecho algo que significara que lo recordaran hoy, y yo podría zafar de esas preguntas diciendo: si, sí, soy la nieta de”… Bueno, ni eso. Cuestión que siempre pasamos por la vida con perfil bajo, bajísimo, y disfruto de eso.
Desde que me casé, pasé a ser “la esposa de”…, porque yo, chica de perfil bajo, me casé con el integrante de una familia archiconocida en la ciudad, el ying y el yang. Y llevé el papel lo bastante cómodamente todo este tiempo, tratando de mantenerme tras bambalinas digamos
De un tiempo a esta parte, pasé a ser Clo, la dueña de Olivia, y mucha gente, mucha más de la que me gustaría, consideró que por esa sola razón tiene derecho a hurgar entre mi escaso arbolito genealógico para buscar  padres, algún abuelo, tíos y/o primos conocidos.
Sepan queridos habitantes de esta querida ciudad que siempre trataré de mantenerme en el margen de la foto principal y  que si pudiera, inventaría otros nombres, y otras historias de vida, y les contaría cosas diferentes a todos y cada uno de los que me preguntan, para armar un gran gran teléfono descompuesto y divertirme mientras se enredan con chismes irreales.
Pueblo chico infierno grande dice el gran Cerati, cuanta razón maestro, cuanta razón...

jueves, 19 de abril de 2012

Perdón!

Este post viene a modo de pedido de disculpas.
Sí, bienvenida tecnología que da estas posibilidades.
Tantos días sin tiempo para pasar a leer blogs que tanto me gustan hizo que me perdiera de leer lo que alguien, que escribe tan bien, que sigo desde el primer día que leí un post suyo, me regaló.
Este premio:

Un premio al blog preferido, que se le da a blogs con menos de 200 seguidores (menos es más dicen? Je) y que ella obtuvo de otra blogger a la que admiro por su genial forma de contar sus peripecias como madre primeriza (sí sí, a vos Ann) .
Cuando yo cuento a gente que no tiene blog las cosas que pasan en este mundo 2.0 muchas veces se me quedan mirando y siento que en el fondo deben estar pensando "pobre Clo, necesita una vida". Y yo, que incursioné en este mundo, no puedo entender que la gente que no lo hizo todavía se lo esté perdiendo. Se esté perdiendo de recibir tanta buena onda de gente que uno conoce físicamente, pero que de leerla ya es como conocerla de hace tiempo; se esté perdiendo de compartir tristezas, alegrías, historias y que del otro lado siempre haya alguien al que le interese eso y se cope y opine, y aconseje, y acompañe; se esté perdiendo de, en alguna oportunidad, poder conocer a ese otro en la vida real (como me pasó a mí con M! y con Vani, y a Lila con Ann y Lula y tantas otras bloggers) y comprobar de que la buena onda que pegás acá se transmite fuera del blog.
Yo no tengo más que palabras de agradecimiento a esta parte del mundo interactivo. Y a vos linda Ceci te reitero las gracias, y te obligo mirá, a un café con medialunas de Atalaya
 (Y si alguna más se copa les aviso que salen charters a mi ciudad desde el Obelisco cada una hora eh!)
Ahora,  debería pasarle el premio a 5 blogs con menos de 200 seguidores, pero como llegué tarde  me estoy enterando que a muchos blogs a los cuales se lo daría ya se lo pasaron, así que para cerrar sepan que les paso el premio   a cada uno de los blogs que sigo, todos y cada uno por diferentes razones, son mis favoritos.
(Perdón Don Liebster por modificar las reglas del premio)



viernes, 13 de abril de 2012

16

No es hoy, es mañana, pero como los horarios me han cambiado bastante, de seguro que mañana no voy a tener tiempo para hacer un post, por eso adelanto la escritura.
Mañana 14 de abril se cumplen 16 desde que empecé a salir con quién hoy es mi marido. Dieciseis años: exactamente la mitad de mi vida. Y más allá de que haya habido algún que otro impasse corto en el medio, siempre fue él, el mismo.
El mismo que me regaló tres hijos hermosos, la razón más importante que uno pueda tener para levantarse cada día; el mismo que (no me canso de decirlo) apoya incondicionalmente cada idea mía por más loca que le parezca, y el que me da pilas cada vez que yo (muy seguido) me desinflo.
El mismo al que el día le da tiempo para hacer muchas más cosas al mismo tiempo de las que yo misma hago: él es.
Es el que anda con su nextel en la mano 18 de las 24 horas que tiene el día; el que no va a ningún lado si no es manejando, pero que los fines de semana se carga a los tres niños y sale en bicicleta.
Recuerdo que cuando recién empezamos a salir yo estaba terminando mi secundario y el estaba en su primer año de facultad, por ende solo nos veíamos los fines de semana. Y para acortar el tiempo solíamos escribirnos cartas (qué vuelvan las cartas!) que todavía guardo en la baulera de mi casa.
Fuimos compañeros de muchos viajes y si hay algo que rescato es que siempre nos divertimos. Y creo que el pasarla bien tuvo mucho que ver con estos dieciseis años juntos.
Pasaron muchos años ya, y aunque somos bastante diferentes aprendimos a ceder. Yo me banco sus idas a jugar al fútbol, y hasta a veces lo voy a ver jugar; él se banca mi fanatismo por la música, y si hay que ir a un recital me acompaña y hasta te corea alguna canción.
Siempre que discutimos,  me deja hablando sola, sabiendo que después se me pasa y que mejor así, porque si fuera polvorita como yo,  creo que ya no estaríamos juntos. Fue él el que una vez me dijo: yo soy básico, básico y parejito, y creo que fue una de las mejores definiciones de “hombre” que escuché.
El fue el que con nada uno de los nacimientos de mis hijos me acompaño en las internaciones, y  se durmió profundamente como si el  que hubiera pujado hubiera sido él.
Fue y es mi mejor y más incondicional amigo.
A vos te digo: brindo por seguir queriéndote toda la vida.
Allá lejos y hace tiempo...

lunes, 2 de abril de 2012

Olivia

Volví.
Después de casi dos semanas de 12 o más horas diarias de estar encerrada pintando, ordenando, cambiando muebles, contando zapatos, poniendo precios, finalmente el viernes 30 Olivia abrió sus puertas de nuevo.
Fueron muchas horas, muchas de verdad, de mucho trabajo. Cuando uno arranca un proyecto se involucra tanto que se olvida de todo lo que está dejando.Yo creo que recién caí en la cuenta de todo lo que había llevado armarlo el viernes después que cerré.  Ahí me cayó la ficha.
No puedo dejar de agradecer a toda la gente que estuvo involucrada en esto, porque sin ellas de seguro que todo hubiera costado el doble de lo que lo costó o más.
Un gracias así de grande a mi marido, porque fue el principal impulsor de esto, y quién dejó horas de su propio trabajo por estar ahí, bajando bolsas de zapatos, ordenando, tirando ideas; gracias a mis hijos, que me dejaron faltar horas de casa, sin hacer el más mínimo reproche; gracias a la familia: suegros, padres, cuñados y concuñadas, hermanos, por la buena onda, el aguante, la ayuda, el pasar a cebar un mate en el momento indicado (especiales gracias a mi hermana por ponerse tanto la camiseta y pasarse horas eternas contando aritos y pashminas), gracias a Fer, la mamá de Olivia, por las horas de risa que pasamos ahí adentro mientras ordenábamos zapatos, gracias por ceder horas de su tiempo en algo que no tenía obligación de  hacer, porque después de todo, me lo estaba vendiendo, pero ahí estuvo y está siempre: al pie del cañón -gracias♥.
 Gracias a Eugenia, a Romina, a Lula, Carla, a Martín y a Natalia algunos de mis amigos que pasaron por ahí a dar una mano sábados y domingos. Gracias a toda la gente que trabajó en Olivia contra reloj para terminar a tiempo: pintores, electricistas, carpintero. Gracias a Eri, la herencia que me dejó Fer en Olivia y que también sumó horas y horas para terminar y poder abrir el viernes. Gracias a todo el que sumó ideas y buena onda, y a uds. que pasaron por acá a dejar lindísimos mensajes. Gracias, gracias, gracias.
Después de esto, ahora sí, les presento a Olivia